martes, 18 de diciembre de 2012

Evaporada.


Extraviada entre los cánticos del cuerpo, es mi momento de hibernación sucumbida a las fauces de la niebla cuando penetra para hacer daño. Y yo no la dejo. Como el error invocado por el desorden de una mística fuente, un laberinto aplastado de uno mismo en confrontación con la imagen del espejo: el todo y la nada. Así te viste el murmullo de mil sombras tan oscuras que ni tú mismo te ves en tus propias mentiras. Nada escapa a lo vano y lo fiel se torna senil y quebradizo. Y a tu lado sientes que tienes la confrontación personificada, el volumen de un ser que se mueve como un objeto, deambulando sobre el suelo de mentiras que le has construído. Con un vástago de miseria...sabes lo que haces y lo haces mal.
Evaporada al calor de lo que queda y asfixiada en un hueco donde supe meterme a tiempo, antes de tu muerte y tu desdén. Me desplazo lamiendo las huellas que me inventaste, me revuelco en las sábanas ajadas que dejaste en la habitación de tres. Acostumbrada al vacío inmenso que dejan tus brazos cuando sueltan lastre. Oh! Abandonada, como diría mi Neruda más sincero.

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