sábado, 24 de marzo de 2012

Fuego.


Ya hace muchos años que vengo pensando cómo seríamos tú y yo a la luz de un fuego. Anoche lo soñé claro. Te vi a ti y a mí, con la taza de té caliente en las manos, el gesto despreocupado inmerso en una larga charla, los ojos perdidos en las miradas y el calor de la chimenea dándonos abrigo.

Ven pequeño J., siéntate aquí conmigo en el suelo, tráete contigo tu taza de té con leche hirviendo. Saborea despacio la canela y la naranja que le he puesto, endúlzate con la miel que le has vertido y alimenta tu sueños dejándote llevar por el toque a vainilla. Rodéala con tus manos para que te las caliente y da pequeños sorbitos para no quemarte. No dejes que se enfríe y no dejes de contarme tus historias de mientras, me debes una de miedo. Échate en mis piernas si quieres y deja que el fulgor se consuma lento. Háblame de ti y de tus aventuras, de tus años perdido y de este reencuentro sanluqueño que me estás regalando. Yo te contaré mis anécdotas de niña melancólica y soñadora...de mis cosas sin importancia y mis relatos sin sentido. Juntos flotamos en este vacío que nos rodea, desaparecen los problemas y los miedos, todo se hace más fluido y especial. Noto esta burbuja mágica que envuelve la habitación y de repente siento que todo se desvanece y sólo quedamos los dos, soplando verdades frente a un té caliente y removiendo sentimientos pasados en medio de la madrugada.
Acércate y dime, Rey, que no has olvidado a tu princesa en estos años.

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