jueves, 16 de febrero de 2012

Nuestra casa en la playa.



ELISA ARIAS: "Sólo por un momento he viajado hasta aquí con la mente, a buscarte, escapando del ruido que hace el mundo, intentando desconectar del trasiego que provoca en mí todo lo que a diario no puedo aparcar en el rincón del olvido. Busco tus hombros. La belleza de este sitio bulle sin contrastes y yo necesito evadirme contigo. Esta es nuestra casita en la playa, desde donde vemos cómo el mar y el cielo se unen, la calma silenciosa de este escondite que nos regala luz en los ojos y paz en el corazón. 
Vuelo hasta aquí siempre que puedo y obtengo mi recompensa: impregnarme de salitre y robarle al aire el suspiro de las olas, enfocar la imagen del beso del sol cuando toca el agua al atardecer, verte de lejos salpicarte en las rocas, diluir mis penas con la sal del mar, sentir el viento que eleva a las gaviotas jugando en mi pelo, pisar con los pies descalzos la arena fría de la mañana y bautizarme a cada instante bajo el albor de los días en este mágico lugar. Sólo por un instante he abandonado mis solas noches para acompañarte, he dejado atrás las cotidianas trabas que me impone la noche  y sus pesadillas y siento el alivio cíclico de anteponer mis promesas y mis sueños a cualquier cosa material. Me he bañado en el verde de tus ojos solo con mirarlos y he querido revivir en bucle las inconstantes veces que venimos aquí, porque aún nos lo merecemos."

F.J. CAÑETE: "Aquí, el despertador natural te despierta cada mañana a la hora justa y necesaria, al fin y al cabo en este lugar no existen las bullas ni el agobio de la gran urbe, la única obligación es sentir el rugido de las olas, esa cadencia interminable, un ir y venir hipnótico y adictivo…
Abrir poco a poco los ojos, la claridad entre anaranjada y amarillenta del astro rey que se cuela por las rendijas de la persiana de madera envejecida a medio abrir, en la noche no existe luz que ciegue ni moleste, sólo el reflejo plata de la Luna sobre el mar nocturno en calma…
Salir a la terraza, apoyarse en la baranda, y aquí como en ningún sitio y tan temprano el Sol empieza a picar sobre la piel desnuda, abrir la cancela, bajar dos escalones y pisar la arena, fresca aún, adormilada y cubierta de rocío…
Escuchar el graznido de las gaviotas, darse un baño a media mañana, el agua que se seca sobre la piel, el salitre que se queda pegado en los brazos, unas brasas, pescado fresco traído en la mañana por Juan el viejo, el mejor menú del mundo…
Aquí no tenemos televisión, sino un gran ventanal mirando al horizonte y un sofá de mimbre para ver la vida pasar… es lo que nos gusta, tú, yo, la mar y todo lo demás.
Y entonces todo lo demás, sobra".

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